domingo, 22 de febrero de 2015

El hombre que siempre sonreia


Dicen que se llamaba Aurelio, nadie sabe la edad que tenía, desde los más viejos de lugar hasta los niños, siempre lo recuerdan sentado debajo del nogal de en medio de la plaza,con una sonrisa en su boca, vestido impecable y con una cachaba en la mano.

¿Cual es el motivo por el cual sonreía? La verdad que a ciencia cierta nadie conoce el motivo por el cual tenia siempre una sonrisa.

Dicen que Unas veces contestaba que por el día tan bonito que hacía, otro porque la salud le permitía disfrutar de la vida, otras que porque no sonreír si la vida no le había hecho nada como para no sonreír..., siempre tenia un motivo por el cual sonreír.

Nadie recuerda que Aurelio estuviera triste, que cambiara su eterna sonrisa, que estuviera con otra actitud que no fuera positiva..cuentan que un día dejo de estar debajo del árbol, le buscaron por todo el pueblo y no apareció, nunca más se le volvió a ver ahí.

¿Quizás buscarle donde vivía? Cuando dejaron de verlo ahí, las personas se preguntaban donde vivía, en que parte del pueblo, en que zona, pero nadie sabía contestar si realmente vivía o no el pueblo, para ellos no era importante, lo realmente importante es que estaba sentado con una sonrisa.

Pasó el tiempo,un día de repente volvieron a ver a Aurelio sentado otra vez donde nunca debió haberse ido, y un niño se acerco a preguntarle el motivo por el cual se había ido, sin avisar, sin decir nada, que se habían quedado sin algo tan bonito como lo que el aportaba.

La respuesta no se hizo esperar: te pido disculpas por haberme ausentado de estar aquí como a vosotros os hubiera gustado, pero este es precisamente el motivo por el cual no he vuelto hasta ahora, no podía ofreceros la mejor de mis sonrisas durante este tiempo, necesité coger energía.

Al poco tiempo, se enteraron que Aurelio ya no volvería más a estar debajo del nogal, la noticia se extendió por todo el pueblo, según decían, los médicos que lo atendieron, que  la felicidad que veía en los habitantes del pueblo al verle sonreír, le daba tanta alegrías que un día su corazón no pudo con más felicidad, ya no cabía más y le fallo. 

A partir de ese día, y tras la lección aprendida,todos los días se sentaba un habitante del pueblo distinto debajo del árbol y sonreía al resto.

La sonrisa es un habito que debemos tener con el resto de las personas, porque nadie sabe quien se puede "enamorar" de tu sonrisa.

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